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De ciudadanos del cielo a ciudadanos digitales

26 de octubre de 2022
Imagen:
Referencia- pixabay.com

“Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo” (Filipenses 3,20)”.

La globalización y su impacto en el sector económico, político, religioso, entre otros, evidencia lo interconectado que está el mundo, lo cual genera una gran expectativa frente a la posibilidad de acceso a la información, formación académica, crecimiento personal y colectivo. Paralelo a ello, es fundamental no perder de vista los riesgos que esto implica, principalmente los relacionados con el manejo inadecuado de la información personal, ya que, sin darnos cuenta, estamos permitiendo que se pueda seguir todo movimiento que se haga a través de la navegación, ¿dónde queda la privacidad? Es urgente evitar que se vulnere información que afecte la intimidad de las personas.

Las nuevas tecnologías inciden en la conducta de la humanidad, los datos que se relacionan hablan acerca del comportamiento y los intereses de los ciudadanos; es decir, fácilmente, a través de los rastreos, a los que muchos tienen acceso, se escanea a cualquier persona, a partir de su comportamiento digital.

En estos ambientes se recibe información, pero también se brindan datos acerca de gustos, intereses, opiniones sobre diversos ámbitos, datos familiares, movimientos, entre otros aspectos. Además, los famosos cookies son un pacto que se hace de información de fácil aceptación.

En prospectiva, con el “data mining” se permite ver hacia el futuro por medio de las conductas que se evalúan en el presente, pero que desafortunadamente es aprovechado netamente en lo comercial y el entretenimiento, perdiendo una gran oportunidad para acceder y contrarrestar cualquier amenaza hacia la humanidad.

Es preocupante la falta de formación y seriedad de las empresas que venden y comercializan datos con fines comerciales o políticos; pasan por alto las implicaciones del rastreo de identidad y contribuyen a la cultura del consumismo y el descarte.

Sumado a lo anterior, enfrentamos el riesgo de la desinformación: videoclips que son editados; ataques constantes entre personalidades que en cualquier momento pueden llegar a ser objeto de ataques familiares para poner en público una separación, una enfermedad, o un cambio en las dinámicas sociales, entre otras realidades del entorno digital, exigen su identificación y manejo adecuado.

Sin embargo, considerando las bondades de la tecnología y el auge de la misma ¿Cómo puede hacerse un buen uso de esta importante herramienta? ¿De qué manera lograr una sana interacción con otros considerando la vulnerabilidad y el estado de desnudes en el que nos encontramos frente a las plataformas que continuamente alimentamos y estamos empoderando?

Frente al primer interrogante, podríamos iniciar haciendo énfasis en la adopción de prácticas que potencien la creación de hábitos saludables en los ambientes digitales como: limitar el uso de aparatos electrónicos en tiempo de ocio para los más pequeños; planificar el uso de la tecnología; guiar a los jóvenes frente al manejo de información en redes sociales; retirar los móviles de la mesa y dedicar tiempo para hablar sobre las anécdotas del día, para compartir como familia, estas sencillas acciones puede ser un buen comienzo para dar un manejo adecuado a esta herramientas.

Por otra parte, y al respecto del segundo interrogante, es importante tomar conciencia frente a la calidad de información que nos es suministrada. ¿Cuántos de nosotros nos quedamos con un titular, con un pequeño fragmento informativo o con una información no validada, que reproducimos sin considerar las implicaciones? Tal vez resulte más productiva la lectura a profundidad, el dedicarse a estudiar un tema o alejarse de la inmediatez de la revisión de estados o la publicación de imágenes que en ocasiones distan de la realidad, que dar continuidad a la costumbre de abajar nuestra mirada y permanecer un sin límite de tiempo frente a una red social, tras la información de otros, a quienes evitamos muchas veces, aun teniéndoles frente a frente.

Las puertas que se abren en el mundo digital son impensables y los riesgos que se corren son incontrolables. Somos objeto de un dato y también una estadística en la que fácilmente somos contados sin que se nos consulte o sin que sea necesario diligenciar encuestas; basta con un “like” o una búsqueda en google o en cualquier tipo de plataforma digital para ser contados dentro de quienes simpatizamos por algo o alguien. Este es el paso de ciudadano del cielo a ciudadano digital, pues es difícil mirar al cielo y amar al prójimo, anhelar la eternidad o buscar la santidad, en tanto son aspectos que quedan opacados frente a la búsqueda de la popularidad o la desnudez en una pantalla. 

Sorprende ver como algunos todavía se rehúsan a los teléfonos inteligentes - smartphone y que en su lucha por la negación a la modernización propendan a una no esclavización de esta, situación que es cada vez más loable porque nos damos cuenta de la adicción creada paso a paso, en la que es más fácil entristecerse por la falta de internet que por no confesarse, o preocuparse por no tener el ultimo celular, antes que ir a misa.

Sin lugar a duda crearemos nuestro propio avatar y tan conectados como podemos llegar a estar, en determinado momento seguiremos unidos con quienes se encuentran a la distancia y lejos de aquellos a quienes tenemos cerca. De nosotros depende si queremos estar al servicio de la tecnología o que la tecnología esté a nuestro servicio.

*Por: padre Wilsson Javier Ávila Espejo, coordinador de la evangelización del mundo de la salud en la Arquidiócesis de Bogotá.

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