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Realmente un banco de esperanzas

18 de marzo de 2024
Imagen:
de referencia - bancodealimentos.org.co

Entregó la semana pasada su informe de gestión el Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Bogotá. Sus números impresionan: “17.909.903 kilos de productos entregados a las comunidades vulnerables; 43.384.176 platos de comida para población carente de alimento; 1.042 organizaciones beneficiadas2.763.545 kilos de frutas, verduras y hortalizas rescatadas en Corabastos … más de 43.000 kilos de alimentos recolectados en el marco de la jornada Una novena por Bogotá . Y el informe contiene muchos otros datos que corroboran la positiva labor que esta institución de la iglesia arquidiocesana de Bogotá realiza a favor de los más pobres de la ciudad y del país.

 

Sin embargo, detrás de las frías -pero necesarias- cifras, se esconde algo de mayor valor: Desde luego el hambre que cesa en cada persona que asegura su alimentación en medio de la pobreza que la acecha; pero, sobre todo, se esconde una cosecha de esperanza cuyas dimensiones son difíciles de cuantificar. Esto realmente es lo más importante que entrega esta sólida institución. 

 

Quienes están al frente del Banco de Alimentos y quienes realizan la parte operativa son testigos diarios de cómo la sonrisa regresa, quizás después de mucho tiempo, a la cara de quienes se ven favorecidos de una manera sólida, constante y llena de amor. 

El hambre que no se puede saciar se constituye en una verdadera ruptura de la dignidad humana, de sus anhelos y esperanzas, y margina a quien la padece. El Banco de Alimentos enfrenta con decisión esta tragedia.

¿Es suficiente la tarea realizada? De ningún modo. Es como una semilla sembrada en un amplio campo lleno de necesidades y pedidos. Es un signo elocuente para que muchas más personas e instituciones, incluyendo al Estado, se sientan obligados a hacer todo lo que les corresponde para que por fin podamos llegar un día a tener una ciudad y a un país sin hambre. 

 

Esto será posible en la medida en que los salarios sean más justos, en que se generen más puestos de trabajo digno, en que la producción alimenticia se distribuya en mejor forma, en que la población esté educada para llevar a su boca alimentos verdaderamente convenientes para su desarrollo y su salud. 

 

El Banco de Alimentos de Bogotá y todos los que hay en el país son como un grito profético que denuncia, sin rodeos, que en Colombia muchos padecen hambre permanentemente. Pero son también un grito de esperanza por cuanto dejan en claro que si hay voluntad decidida el hambre puede ser derrotada para siempre.

Y en cuanto a la esperanza, el Banco de Alimentos expone otra muy necesaria hoy para Colombia: Se puede y se debe trabajar en conjunto desde todos los ángulos de la sociedad. No tiene sentido dividir el país en lo público, lo privado, lo eclesial, lo corporativo, como si todos no fueran miembros de una misma nación. 

Este maravilloso banco ha logrado unir toda clase de actores: la Iglesia, la empresa, la academia, el voluntariado, los medios de comunicación y muchos más sin discriminar ni señalar negativamente a ninguno. Y la respuesta de todos ha sido muy esperanzadora. Harían bien, tanto el gobierno nacional como el distrital, en enterarse a fondo cómo se gestan y operan estas iniciativas de enorme impacto social para multiplicarlas por toda la geografía del hambre, como la llama el informe de gestión del banco.

Desde El Catolicismo, órgano comunicativo de la Arquidiócesis de Bogotá, hacemos llegar una voz de felicitación al padre Daniel Saldarriaga, director del Banco de Alimentos, y a todo su equipo de trabajo por esta obra que nos permite experimentar la caridad de Cristo muy viva entre nosotros y ofrecemos siempre nuestra humilde tarea constante de divulgación a la comunidad arquidiocesana que nos sigue para que cada vez sean más los que se unan a esta obra de promoción de la dignidad humana y su desarrollo integral.

Fuente:
Dirección periódico digital El Catolicismo.
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