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La Iglesia y los niños

27 de mayo de 2024
Imagen:
alfayomega.es.

Se celebró este fin de semana la Jornada Mundial de los Niños, convocada por el papa Francisco y con el lema: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Esta jornada, como tantas que se realizan en el ámbito de la Iglesia, busca visibilizar a un grupo de personas - a veces son los jóvenes, o los abuelos, o los enfermos - para que se piense en su situación concreta, en sus alegrías y tristezas, en su lugar dentro de la misma Iglesia y la misión que debe realizarse teniéndolos como destinatarios específicos de la evangelización y la pastoral

Al realizar esta jornada de los niños, la Iglesia también contribuye a que a nivel universal no se deje de mirarlos con la atención debida y, muy especialmente, para que, garantizando su desarrollo integral, gocen siempre de la protección por parte de los adultos y todas las instituciones sociales.

A propósito de esta jornada, vale la pena hacer mención de una fuerte tendencia que se está presentando en muchos países del mundo y que consiste en la negativa de numerosos esposos a engendrar nuevas vidas, o sea, que el mundo será, en poco tiempo, predominantemente de adultos y ancianos. 

Se argumentan las más diversas razones, entre ellas las de orden económico, pasando por la incertidumbre sobre el futuro y se extienden hasta un simple acto de egoísmo, que se niega a adquirir compromisos de por vida y al servicio de los pequeños. Por eso no es de extrañar el gran auge de las migraciones desde países pobres y muy poblados a naciones ricas y escasas de mano de obra, para suplir la falta de personas, fruto del antinatalismo que tan ampliamente se ha difundido sobre todo en el mundo nórdico.

Y la jornada también inyecta un nuevo ánimo a los evangelizadores con respecto a los niños, luego de pasar por la terrible crisis de los abusos que llevó a buena parte del clero y de los agentes de pastoral a distanciarse de esta población, para evitar toda clase de sospechas y suspicacias. Sin embargo, los niños y las niñas han seguido acogiendo muy bien la tarea cumplida por ellos en la Iglesia, y de ello dan testimonios la infinidad de grupos de catequesis que existen a lo largo y ancho de la geografía eclesial: en parroquias, colegios, escuelas, oratorios, campamentos, etc. Y esta abundante labor evangelizadora se realiza hoy en día dentro de los más estrictos protocolos de prevención de todo aquello que pueda menoscabar la dignidad de aquellos que apenas inician la vida. Así, entonces, hace bien el Santo Padre en poner de nuevo ante la Iglesia misionera a quienes Jesús puso como modelos para lograr la entrada en el Reino de los Cielos.

Muchísimas son las reflexiones que deben suscitar los niños en todas las personas, familias, comunidades, estados. Desde su derecho inalienable a nacer una vez concebidos hasta su desarrollo pleno para llevar una vida digna y respetable, pasando por el cuidado que se les debe dispensar para protegerlos de todos los peligros circundantes, apoyando decididamente a sus familias para que puedan cuidarlos debidamente y creando entornos que les permitan ser plenamente niños y niñas. 

Todavía hay mucho por hacer para que todos estos seres humanos se desarrollen plenamente en sentido físico, sicológico, espiritual, social. La Iglesia tiene a este respecto una palabra importante de orientación; y su misión, bien realizada, puede contribuir enormemente a que crezcan en condiciones de alegría y esperanza.

Tiene razón el papa Francisco al escoger la frase del Apocalipsis, en el sentido de que todo lo hace Dios nuevo, y referirla a los niños. Habrá un mundo nuevo si los niños y niñas pueden crecer y desarrollarse plenamente y comunicar su vida nueva a toda la sociedad.

Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
Fuente:
Dirección periódico digital El Catolicismo.
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