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LITURGIA Dominical - Percibir lo esencial del proyecto del Reino

4 de octubre de 2020
Evangelio
El evangelio de hoy (Mateo 21, 33-43) está constituido por una historia que narra Jesús y la aplicación alegórica que él mismo refiere a la situación de los dirigentes

El domingo anterior, en la lectura del evangelio de la misa, iniciamos la narración de los episodios de Jesús en Jerusalén, allí, en la ciudad santa, el Maestro confronta su anuncio del Reino con las tradiciones religiosas del judaísmo de su tiempo, podemos reconocer en estos episodios una denuncia de Jesús a cierta forma de religiosidad. En este contexto, leímos hace ocho días que la religión debe servir al hombre para conducir la vida por el camino de la justicia de Dios, continuando en esta línea, en el episodio de hoy Jesús nos invita a percibir lo esencial del proyecto del Reino.

El evangelio de la misa de hoy (Mateo 21, 33-43) está constituido por una historia que narra Jesús y la aplicación alegórica que él mismo refiere a la situación de los dirigentes y del pueblo de la primera alianza: «Se les quitará a ustedes el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

Esta manera de presentar la historia de salvación cuestiona el tema de la fidelidad de Dios, pues la llamada de Dios y su gracia son irrevocables. Sobre este tema san Pablo dice que el endurecimiento de Israel, si bien ha servido para abrir la predicación del Evangelio a otros pueblos, el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento terminará acogiéndose a la misericordia de Dios (véase Romanos 11, 11-32).

Dentro del contexto del relato del evangelio según san Mateo, lo más razonable es abordar la historia que escuchamos este domingo como una denuncia a cierta forma de relacionarnos con Dios, esta denuncia pone en evidencia la pretensión de unos hombres de adueñarse de la obra de Dios –la viña del Señor–.

La narración insiste en la ambición de los labradores que va en aumento. Ante el primer envío de criados para percibir la parte de los frutos que corresponden al propietario, los labradores desatienden la misión de estos emisarios, luego los atacan y terminan matándolos; y su codicia los mueve a repetir este proceder ante una nueva embajada, más numerosa que la primera.

Por su parte el propietario insiste y en una tercera ocasión envía a su hijo, pero de nuevo se pone por obra la maquinación de los viñadores: «Este es el heredero: venga, lo matamos y nos quedamos con su herencia».

A través de esta secuencia de una ambición insaciable, ¿qué está denunciando Jesús?

Los labradores son unas personas a quienes el amo de la viña ha convidado para que trabajen y entreguen fruto a su tiempo, en la narración se pone de manifiesto que los labradores se benefician de los cuidados con los que el amo ha dispuesto el lugar: preservándolo con una cerca, construyendo el lagar y la casa del guardián, plantando una cepa. La descripción de estos cuidos induce a leer aquí una imagen de la gracia con que Dios bendice a los miembros de su pueblo, la gracia de Dios destinada a nosotros.

Desde esta perspectiva vemos que Jesús está advirtiendo el riesgo de convertir la religión en un medio para asegurarse uno mismo, es decir, emplear la gracia para obrar con criterios egocéntricos y no para dar fruto.

Frente a los actos de los labradores es preciso atender a la forma de proceder del amo de la viña. Desde una concepción de justicia como arreglo a unas leyes, alguno de nosotros diría: ‘Esos asesinos han de pagar sus crimines’; pero el amo se mueve por un profundo respeto y una confianza en el ser humano: «les mandó a su hijo, diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.». Esto es lo que venimos llamando desde los domingos anteriores en nuestro comentario la ‘nueva justicia’. Mientras el amo de la viña piensa así, los cultivadores ven en el asesinato del hijo la forma definitiva de apoderarse de la viña.

A acallar al hijo e ignorar la ‘nueva justicia’ son unas acciones a las que nos puede llevar la religión con fines egocéntricos. Una religión que a través de formas de piedad acude a Dios para que el

devoto no tenga que entregar frutos, unas predicaciones que hacen mirar hacia la espera de milagros para no tener que dejarse uno transformar por la gracia, es decir, para no recibir la gracia ‘con agradecimiento’. Esta es la denuncia de Jesús.

A la denuncia corresponden dos invitaciones: en primer lugar, a acoger al Hijo, lo que podemos entender como una llamada para atender a la Escritura. En el episodio que comentamos, el recurso a la Escritura se vuelve sentencia contra los que buscan apropiarse de la religión: «¿No han leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”?», pero al mismo tiempo es también testimonio en favor de Jesús.

En segundo lugar, el episodio también nos convida a recibir la gracia ‘con agradecimiento’, esto es, a dejarnos transformar por la gracia para llegar a producir los frutos que el Padre espera de cada uno. El encuentro personal con Jesús y la adhesión al proyecto del Reino se manifiesta asumiendo el estilo de vida que nos propone el Evangelio.

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