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El asombro ante el misterio

13 de septiembre de 2022
El asombro ante el misterio
Imagen:
cathopic.com
Por: padre Tadeo Albarracín, doctor en liturgia (Segunda entrega en relación la carta apostólica Desiderio desideravi).

Al evaluar la experiencia de algunos grupos que, con autorización del romano pontífice, vienen celebrando la liturgia según las formas del ritual tridentino, el papa Francisco percibió la necesidad de una sólida formación litúrgica tanto de fieles como de pastores para evitar que la liturgia se convierta en una herramienta al servicio de ideologizaciones [16]. Ante este riesgo de manipulación de la celebración de la Iglesia hay que situar la oportunidad de la carta apostólica Desiderio desideravi (28 de junio de 2022).

La carta apostólica de Francisco lleva a reconocer la necesidad de una formación litúrgica que recupere para los católicos el sentido del misterio y el consiguiente asombro ante él. Antes de entrar en el tema es útil señalar que precisamente algunos críticos de la reforma propuesta por el Concilio acusaban a las nuevas formas de haber despojado a la celebración de todo misterio, pero en este descontento el vocablo ‘misterio’ se solía usar para referirse a ritos oscuros o enigmáticos.

En las cartas paulinas se presenta como misterio el plan de Dios para salvar el mundo, este plan o designio permanecía oculto, pero en la plenitud del tiempo ha sido revelado y cumplido plenamente por Jesucristo. Así se expresa en el cántico del que se vale la Iglesia para la alabanza en las vísperas de cada lunes (Ef 1, 3-14).

El misterio revelado y cumplido por Jesucristo implica dos aspectos inseparables, uno de orden noético o intelectual: ‘conocer el misterio’, y otro de orden fáctico: ‘participar en el misterio’, esto es, entrar en la comunión profunda en el amor con Dios.

 

Ciertamente la comprensión plena de la revelación excede toda capacidad humana, pero en la celebración litúrgica los cristianos acceden al misterio mediante los símbolos que realiza la asamblea y por ellos entran a participar del proyecto salvífico.

 

Al haber una buena formación se suscita en los fieles un asombro verdadero ante el misterio y entonces «no hay ningún riesgo de que no se perciba la alteridad de la presencia de Dios, incluso en la cercanía que la Encarnación ha querido» [25]. Cuando la comprensión de la historia de la salvación es somera desaparece el asombro ante el misterio y al sentirse este vacío en la celebración se suele acudir a ‘dramatizaciones’ que se sobreponen a los mismos ritos litúrgicos. Pero si desde las celebraciones cuaresmales, tomemos por ejemplo, el homileta va conduciendo a los files a través del relato del evangelio de Juan que propone el leccionario y la comunidad va penetrando en el sentido de la entrega de Jesús, al llegar el domingo de ramos no se necesitará aparejar un burro para cabalgar en la procesión.

El misterio es ante todo don de Dios que llama a todos los hombres a participar de la comunión de amor con las divinas personas de la Trinidad. Así expresa Jesús la conciencia que tuvo de su misión y que comparte con los discípulos en el preámbulo de su entrega anticipada en la última Cena: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con ustedes, antes de padecer» (Lc 22, 15). Francisco desarrolla este texto haciendo ver que Cristo desea ardientemente que participemos de esta comunión, que toda la humanidad entre en la comunión de amor de la Trinidad. Para ello Dios ha preparado a cada ser humano sembrando en cada uno este mismo deseo de comunión profunda en el amor.

 

Este don que es el misterio se mantiene vigente y actual en la historia del mundo a través de la lógica sacramental, de modo que «el asombro es parte esencial de la acción litúrgica porque es la actitud de quien sabe que está ante la peculiaridad de los gestos simbólicos; es la maravilla de quien experimenta la fuerza del símbolo, que no consiste en referirse a un concepto abstracto, sino en contener y expresar, en su concreción, lo que significa» [26].

 

En 2020, respondiendo a unas consultas sobre la función de la fe en la celebración de los sacramentos, la Comisión Teológica Internacional acude también a la categoría símbolo’ para referirse a la mediación sacramental (Reciprocidad entre fe y sacramento en la economía sacramental).

En la teología litúrgica se le viene abriendo lugar a la categoría símbolo para comprender que en la celebración de la fe tenemos más que una simple escenificación o representación de un acontecimiento histórico; la mediación sacramental visibiliza el don de Dios y permite al ser humano tener un verdadero encuentro con Cristo, a fin de ser alcanzado por el poder de su Pascua y ser transformado por él [11].

La Iglesia es parte constitutiva del misterio porque a partir de la Pascua Cristo está presente en ella y es así como la Iglesia puede partir el pan, hablar las palabras de Cristo, ungir a los enfermos, bautizar. Por esta acción conjunta de Cristo (Cabeza) y de la Iglesia (los miembros de su cuerpo) la celebración litúrgica se convierte en lugar privilegiado –no el único– del encuentro con el Resucitado; es por este encuentro que «el hombre llega a ser plenamente hombre» [33].

En esas formas directas que suele usar Francisco en sus intervenciones, invita a los pastores a seguir las normas y los rituales establecidos para las diferentes celebraciones, «esta atención sería suficiente para no robar a la asamblea lo que le corresponde, es decir, el misterio pascual celebrado en el modo ritual que la Iglesia establece» [23], pero esta fidelidad al ritual no es suficiente para garantizar una participación en la Pascua de Cristo, se requiere del asombro ante el misterio.

Poco a poco los pastores vienen reconociendo que sin la debida formación las celebraciones no aprovechan de mucho para la vida cristiana de los fieles. La constitución Sacrosanctum Concilium (9) habla de un antes y un después argumentando con el conocido texto de la carta a los Romanos: ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿O cómo creerán en Él sin haber oído de Él? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? (10, 14-15). En esta dirección el papa Francisco advierte que «nos formamos para la celebración y la celebración nos forma cristianos» [34].

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Lea primera entrega -  Los antecedentes de la carta apostólica 'Desiderio desideravi' aquí

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