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Domingo de Ramos, aclamemos a Jesús como Mesías liberador

24 de marzo de 2024
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Jerusalén no es simplemente el nombre de la Ciudad Santa o de la capital religiosa del pueblo. Es la sede de los adversarios de Jesús; en ella viven los responsables de la ortodoxia, del culto y de la Ley. Jesús llega y pisa el terreno de sus enemigos. No es la ciudad la que sale a recibirlo. Son los discípulos, los peregrinos, la gente venida de fuera quienes lo acompañan y lo vitorean.

El pueblo de Israel esperaba que el Mesías entrara en Jerusalén como un nuevo David, con todo el poder propio del guerrero poderoso. Pero, tal como lo relata San Lucas deberíamos hablar de “una entrada triunfal al revés”. Jesús no entra pisando fuerte, en un animal militar como el caballo, sino en un burrito que nada dice el poder de quien lo monta, sino que habla de humildad y de paz.

Nos toca a nosotros tratar de entender mejor este gesto del Señor. La Iglesia, quiero decir, todos nosotros, entramos hoy domingo en el misterio de Jesús crucificado, sepultado y resucitado, el cual, con su entrada triunfal en Jerusalén nos enseña que Cruz y Gloria están siempre juntas, en la vida del Señor Jesús y también en la nuestra.

Celebramos el Domingo de Ramos envueltos en una paradoja: entrada triunfal en Jerusalén con gritos de

júbilo y pasión de Nuestro Señor Jesucristo y un mundo que es un bosque de cruces morales y físicas, diarias y personales, familiares, sociales, políticas, nacionales y planetarias.

La proclamación de la Pasión según San Lucas nos invita a entrar en el estado de ánimo de Nuestro Señor Jesucristo, ante la proximidad de su muerte en la cruz, de la cual Él tenía perfecto conocimiento. Él mismo quiso que nosotros conociéramos su sufrimiento como hombre y su voluntad de cumplir la voluntad del Padre.

Nosotros, colombianos de fe profunda y comprometida con el Reino de Dios, hoy Domingo de Ramos, aclamemos a Jesús como Mesías liberador; como nuestro único Dios y Señor, retengamos sus gestos y sus palabras, revivamos la escena de su entrada a la ciudad y al Templo, y aprendamos de Él a ser humildes y a evitar toda ostentación, pero también a ser valientes en la confesión de nuestra fe cuando se ve amenazada.

Padre Carlos Marín G.

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