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Comentario al Evangelio del domingo

29 de enero de 2023
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“Dichosos los pobres, los sufridos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia, dichosos vosotros cuando os persigan y calumnien”. Son, hermanos, las ¡Bienaventuranzas!. El Señor las proclamó y las vivió. Las mismas que tan bellamente canta El Salmo 175, y que San Pablo enseña a la comunidad  cristiana de Corinto I, 26-31.

Es como si los discípulos de Jesús hubiésemos sido invitados a escuchar  la más bella de las oberturas cantada desde un monte, el nuevo Sinaí, que acaba convirtiéndose en la más perfecta síntesis de la vida cristiana y del camino que conduce al gozo y a la alegría, a la verdadera felicidad. Es, hermanos, el Evangelio, es el anuncio de la llegada del Reino. Un gozo, una alegría que no se compra y que solo Dios nos puede dar.

Vean cómo lo describe San Marcos 1, 1-39 “En la Sinagoga Jesús enseña de una manera nueva, llena de autoridad, no como lo hacen los escribas; los espíritus inmundos le obedecen; su fama se extendió por todas partes. Es el santo de Dios. En la casa de Simón y de Andrés la suegra de Simón no tuvo más fiebre porque Jesús la tomó de la mano, curó muchos enfermos y expulsó muchos demonios, y todos lo andaban buscando”.

Es Jesús que anuncia la Buena Noticia, es la salvación, no solo para los galileos, sino para “hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación”. Ya  no tenemos que vivir de la ley de Moisés, sino del Evangelio de Jesús, que quiere hacer de la humanidad una familia más justa y fraterna.

Hermanos: Si construimos nuestro proyecto de vida cristiana según el espíritu de las Bienaventuranzas,“seremos consolados”, “alcanzaremos misericordia”, “veremos a Dios”. Sacudamos hoy mismo la inconciencia de la sociedad en medio de la cual estamos viviendo. No dejemos apagar la sed de justicia, la capacidad de reaccionar ante el sufrimiento de tantos hermanos en nuestra nación; nos lo pide el Dios de las Bienaventuranzas, el camino trazado por El mismo para alcanzar la verdadera felicidad en la tierra y la eterna en el cielo.

Padre Carlos Marín. 

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