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LITURGIA - Pascua: tiempo para avivar la fe

11 de abril de 2021
Evangelio

Recogemos de la oración colecta de la misa de este domingo dos factores importantes para el mejor aprovechamiento del tiempo pascual. En primer lugar, en esta oración la Iglesia confiesa que la celebración anual de la Pascua es gracia de Dios por la que Él reanima la fe de su pueblo; en segundo lugar, y a partir de esta afirmación, la oración pide que esta gracia nos aproveche para «comprender mejor» los sacramentos de la Iniciación Cristiana, expresados éstos como «el bautismo que nos ha purificado, el Espíritu que nos ha hecho renacer y la sangre que nos ha redimido».

Como vemos, en el sentir de la Iglesia la cincuentena pascual es el tiempo de la mistagogía, entendida ésta como la necesaria catequesis para participar activa, consciente y fructuosamente del misterio.

Es así como en el evangelio de las misas feriales mañana lunes empezamos a leer el capítulo 3 del evangelio según san Juan: el diálogo de Jesús con Nicodemo nos sirve para comprender el don de Dios en el bautismo. El viernes siguiente empezamos la lectura del capítulo 6 del mismo relato evangélico: la discusión en torno al pan que baja del cielo nos lleva a profundizar en la vida que recibimos en la Eucaristía. A partir del jueves de la IV semana estaremos leyendo el extenso discurso de despedida, y en él, la promesa de Jesús de enviar ‘otro Paráclito’ nos ayuda a comprender la misión del Espíritu de la que participamos por la confirmación.

Los domingos de este tiempo estaremos siguiendo en la primera lectura, tomada del libro de los Hechos, la acción del Espíritu Santo en la Iglesia a través del trabajo evangelizador de los apóstoles. Cuando confesamos en el Credo que creemos en la Iglesia «santa, católica y apostólica», con el adjetivo ‘apostólica’ expresamos que nuestra comunidad de hoy vive y realiza la experiencia de la comunidad de Jesús con sus apóstoles. Evidentemente que las circunstancias y los retos han cambiado, pero aquel celo con el que los apóstoles anuncian y hacen presente el Reino es para nosotros una referencia ejemplar y estimulante. Del testimonio de la evangelización de apóstoles recibimos los criterios para nuestra misión hoy.

En los versículos de los Hechos de los Apóstoles (4, 32-35) que escuchamos hoy en la primera lectura tenemos una especie de fotografía de la iglesia de Jerusalén, la primera comunidad cristiana. El texto comienza destacando la unidad de mente y corazón y la comunión de bienes; luego afirma la valentía con la que los apóstoles dan testimonio de la resurrección de Jesús.

Notemos dos miradas: hacia el interior y hacia el exterior, la primera mirada destaca la libertad de los discípulos frente a las cosas, libertad que lleva a desterrar la pobreza. La segunda mirada se fija en ‘la gran fuerza’ con la que los apóstoles hacen el anuncio que se les ha confiado, podemos entender que esta manera de evangelizar llevó a ganarse la aceptación de todos ellos; es el ‘enseñar con autoridad’.

En la segunda lectura de la misa dominical este año estaremos leyendo durante la Pascua versículos de la 1ª. carta de san Juan, los textos propuestos para estos domingos de Pascua exponen la comunión con Dios por la fe y por el amor. Esta comunión con Dios es fruto de la Pascua de Jesús, así lo podemos entender de la manera como el Resucitado aborda a los discípulos: «¡Paz a ustedes!».

Los versículos que escuchamos hoy de la 1ª. carta de san Juan (5, 1-6) afirman en primer lugar que por la fe el discípulo llega a participar (en el sentido de tener parte) en el amor de Dios y esta participación en el amor divino es lo que nos hace vivir como cristianos. De modo que para el cristiano el amor, más que una obligación, es el fruto de la presencia en él de Dios, fuente de amor. Luego el texto pasa a decir que esta comunión con Dios por la fe y el amor capacita al discípulo para vencer el pecado, esta victoria sobre el pecado se da en la vida misma del discípulo. Porque el

cristiano está unido a Dios puede amar y vencer el mal, es decir, puede asumir el estilo de vida de Jesús.

El evangelio de la misa de este domingo (Juan 20, 19-31), tiene tres partes, las dos primeras inician mencionando tres elementos en común: el primer día de la semana, los discípulos reunidos y la presencia del Resucitado en medio de ellos. La forma detallada y similar como el evangelista presenta las escenas nos lleva al sentido de la celebración dominical de la Eucaristía: cada primer día de la semana se reúne la comunidad para acoger al Viviente, al Vencedor de la muerte, y recibir de Él el fruto de su Pascua: «¡Paz a ustedes!».

La segunda parte incorpora la resistencia de Tomás, el discípulo que ha aprendido la lección del evangelio según san Juan: Es necesario ver para llegar a la fe. En más de una ocasión a lo largo de la narración del cuarto evangelio Jesús ha afirmado: «Si no ven signos, no podrán creer» (4, 48; 6, 26). Hace un mes, comentando la petición de unos griegos que leímos el V domingo de Cuaresma: «Queremos ver a Jesús» (12, 21), nos referimos aquí al valor que la acción de ‘ver’ tiene en el evangelio según san Juan.

Hoy Jesús confirma esta intuición: «Porque me has visto, has creído», es decir que Tomás, viendo, ha llegado a creer. En esta tercera parte del evangelio de hoy se nos vincula a nosotros, los discípulos de después de la Pascua, los que creemos sin haber visto.

Ahora el centro se desplaza hacia el texto mismo de la obra del evangelista: ‘este escrito’. El autor del evangelio nos revela que nos ha referido algunos hechos de la vida de Jesús a través de su escrito para que leyéndolo nosotros lleguemos a creer que Jesús es el Mesías. Nuestro acceso a la experiencia reveladora de Jesús se hace a través del texto escrito por el evangelista.

Fuente:
Padre Tadeo Albarracín
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