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Hoy es la fiesta de Santa Laura Montoya, la primera santa colombiana

21 de octubre de 2021
Santa Colombiana Laura Montoya
Imagen:
Red Eclesial Panamazónica
“Destrúyeme Señor y sobre mis ruinas, levanta un monumento para tu Gloria” (Santa Madre Laura Montoya)

Hoy, 21 de octubre, la Iglesia Católica celebra a Santa Laura de Santa Catalina de Siena, más conocida como Santa Laura Montoya o, simplemente, como “Madre Laura”; una fervorosa mujer que se consagró a Cristo en el servicio a los hermanos miembros de las poblaciones indígenas de Colombia, su país natal.

Su nombre de pila fue Laura Montoya Upegui, y es considerada la primera santa colombiana. Nació en Jericó, Antioquia (departamento del noroeste de Colombia), en 1874, en el seno de una familia católica. Cuando tenía solo dos años, su padre fue asesinado en un trágico incidente durante la Guerra Civil Colombiana, dejándola a ella en la orfandad y a su familia sumida en la pobreza.

En medio del dolor, Laura aprendió la importancia del perdón. Un día “Laurita” -como le decían de pequeña- le preguntó a su madre quién era esa persona por la que siempre rezaban; entonces la mujer le respondió sin ambages que se trataba del hombre que asesinó a su papá. Esa respuesta marcaría la vida de Laurita para siempre.

Dada la precariedad económica de la familia, la madre de Laura se vio obligada a dejarla en un orfanato bajo el cuidado de su tía, la Sierva de Dios, María de Jesús Upegui, fundadora de la Comunidad de Siervas del Santísimo y de la Caridad. Laura empezó a asistir a una escuela para niñas de clase alta, que abandonaría solo un año después, en buena parte, porque se sentía marginada. Así, se mudaría a la finca de su abuelo para cuidar a una tía enferma. Esta fue una etapa en la que la santa entró en contacto con un conjunto de lecturas espirituales que despertarían en su corazón el deseo de hacerse religiosa carmelita.

Años después, con la ayuda de su tía María de Jesús, Laura pudo estudiar para ser maestra, pensando en trabajar y así ayudar económicamente a su familia. En 1893 se graduó como maestra elemental de la Escuela Normal Superior de Medellín. Laura dedicó muchos años a la carrera docente, pasando por varios colegios y proyectos educativos de distinta naturaleza. Siempre quiso hacer de su trabajo un apostolado, aunque eso, en más de una ocasión, le causó fricciones laborales y ser objeto de calumnias e incomprensiones.

A pesar de eso, Laura no se desanimó y decidió responder a una de las mayores inquietudes que la había acompañado por años: evangelizar a los indígenas. En 1908 empezó a trabajar con los nativos que vivían entre San Pedro de Urabá y El Sarare. Laura mantenía el deseo de hacerse monja de clausura carmelita, pero las ganas de llevar el Evangelio a los indígenas pudo más al final. Quería llevarles la Buena Noticia de un Dios que ama profundamente a todos los seres humanos sin distinciones.

En 1912, el Papa San Pío X, publicó la encíclica “Lacrimabili statu Indorum” (Lamentable estado de los índios), en la que denuncia las condiciones inhumanas que padecen los indios de América del Sur, pidiendo a los obispos del continente que ayuden a aquellos grupos que están marginados de la civilización y la Iglesia.

Tal acontecimiento significó para Laura una confirmación del camino que Dios le trazaba.

Junto con sus compañeras fundó, en 1914, las “Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena”. El trabajo de la nueva comunidad se concentró en ayudar a los indígenas a ser conscientes de su dignidad como hijos de Dios y seres humanos. La Madre Laura, en ese esfuerzo, alentó a muchísimos miembros de la Iglesia y del gobierno nacional colombiano a que contribuyan a la integración de estas poblaciones, con respeto a su lengua y cultura.

Nada de ese esfuerzo hubiese dado fruto si la Madre Laura no hubiese puesto a Jesucristo como centro de su obra. Fue la sed de hacerlo conocer a las gentes la que la movía y lo que facilitó que los indios acogiesen sus enseñanzas. De ahí la profundidad de sus palabras: “Dos sedientos, Jesús mío: Tú de almas y yo de saciar tu sed”.

Después de pasar los últimos nueve años de su vida postrada en una silla de ruedas, la Santa Madre Laura falleció el 21 de octubre de 1949, dejando una congregación en expansión, con 90 casas en tres países y 467 religiosas. Su legado puede ser considerado como una contribución excepcional a la pastoral de los pueblos latinoamericanos.

Primera colombiana entre los santos

La Madre Laura fue canonizada el 12 de mayo de 2013 en la Ciudad del Vaticano. A la ceremonia asistió una importante delegación de colombianos, encabezada por el presidente de Colombia en ese momento, Juan Manuel Santos, y por el médico Carlos Eduardo Restrepo -curado milagrosamente de una enfermedad terminal por intercesión de la santa-.

​Durante la ceremonia, el Papa Francisco señaló:

“Esta primera santa nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios, a no vivir la fe solitariamente —como si fuera posible vivir la fe aisladamente—, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos… Nos enseña a ver el rostro de Jesús reflejado en el otro, a vencer la indiferencia y el individualismo… nos enseña a acoger a todos sin prejuicios, sin discriminación, sin reticencia, con auténtico amor, dándoles lo mejor de nosotros mismos y, sobre todo, compartiendo con ellos lo más valioso que tenemos... Cristo y su Evangelio”.

Los restos de la Madre reposan en el Santuario de la Luz, ubicado en la ciudad de Medellín. Hoy, es considerada Patrona del Magisterio de Colombia.

Fuente:
ACI Prensa
Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones
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